TEMÁTICA


Forrest Gump presenta un retraso mental, pero eso no le impide disfrutar de una vida plena. La historia comienza desde el final: sentado en un banco cuenta su vida a unos desconocidos, mientras espera un autobús. Durante la película se convierte en jugador de football americano, héroe de guerra, jugador de ping pong, empresario multimillonario y uno de los primeros hombres en cruzar los Estados Unidos corriendo.

En la película aparecen los siguientes temas:

Forrest & la Sra. Gump
Familia: su madre es muy importante para él. La considera un gran ejemplo y, a través de las frases y los consejos que ella le da, Forrest siempre encuentra el camino correcto. “Cada uno crea su propio destino: aprovecha lo que Dios te ha dado. Haz todo, lo mejor posible. Si Dios hubiera querido que fuéramos iguales, nos habría puesto a todos aparatos en las piernas.” Y lo que le dice muy pronto: “Tú no eres diferente de nadie. – Y mamá, ¿qué es lo normal?” Realmente, ¿sabemos qué es lo normal, quién es normal?. También ella dice “la vida es una caja de bombones, nunca sabes lo que te va tocar".

Forrest & J.F. Kennedy
El ejército (la autoridad): encarnado en el papel del Teniente Dan, que con el tiempo se convierte en el mejor aliado de Forrest, “si tu única meta es hacer-lo-que-usted-mande -mi-sargento, tienes un 170 de C.I.”. Luego de la guerra de Vietnam, Forrest visita al presidente Kennedy en la Casa Blanca. Había tomado tantas gaseosas que, cuando llega el momento de hablar con el Presidente, sólo logra preguntarle dónde queda el baño. Kennedy se ríe al escuchar a Forrest diciendo que se estaba "haciendo pipí"

La economía: Simbolizada en los camarones, preparados de mil maneras en la imaginación de Bubba. “El hombre sólo necesita un poco de dinero para vivir, el resto es para presumir; como yo era millonario y me gustaba hacerlo, cortaba el césped gratis”. La universidad: “después de estar cinco años, sólo jugando al fútbol, me dieron un título; Jenny fue a una universidad donde yo no podía entrar: era sólo para chicas”.

Forrest en el barco
La religión: Aparece en varios momentos; la idea de un Dios que está detrás de cada cosa que pasa: tras varios intentos inútiles de pescar camarones, “había que rezar”. Se lo ve en una iglesia en medio de un coro de negros con tintes folklóricos y un tanto irónicos. “¡¿Dónde diablos está tu Dios?!”, dice el teniente Dan, en el barco camaronero en medio de un gran huracán, mientras levanta el puño y grita “¡Nunca nos hundirás!” (luego dirán por T.V. que sólo se salvó ese barco). “Tiene gracia que el teniente Dan dijera eso, porque en ese momento apareció Dios; y después de aquello, pescar fue más fácil”, y se ven redes descargando, una y otra vez, toneladas de camarones. Al final de la película Forrest habla más explícitamente del tema religioso y, por su parte, el antago-co-protagonista, convertido Teniente Dan -aceptado su destino, se lo ve caminando con piernas ortopédicas-, expresa “yo espero poder caminar en el cielo”. 

Forrest & Jenny
Amor superficial de un cierto ‘sector’ de la juventud, que lo vive todo de manera descomprometida, personificado en la vida de Jenny. Lo contrapone al mensaje de amor-profundidad que el film nos quiere transmitir, personificado en Forrest. Además, incluso, sufrimos con Forrest que ama a Jenny -que siempre se está marchando- sin ser correspondido (es terriblemente significativo el momento en que, cuando él la recoge, la quiere salvar, ella le dice, airada “¡deja de rescatarme!”). También así se nos muestra ‘esa’ juventud que vive más el sexo y no tanto el amor (“Haz el amor y no la guerra” oíamos decir; parece que Forrest Gump ve que la juventud no hace el amor y sí la guerra). Pregunta Jenny a Forrest, la primera vez que están en intimidad: “¿Has estado alguna vez con una chica? – Yo siempre me sentaba con ellas en la clase de economía doméstica… ¡Ufff! Me mareo… – Esto no lo habrás sentido en economía doméstica, tú no sabes qué es el amor” (!) Y, en otro momento importante, casi al final de la historia, pregunta Forrest tristemente: “¿Por qué no me quieres, Jenny? Yo no soy muy listo, pero sí sé lo que es el amor! – “Sí te quiero.” Sin embargo, aun aquí, parece querernos decir que no hay amor verdadero en Jenny, pues se acuesta con él y se vuelve a marchar.

Las drogas: Que llevan a no saber a dónde se va: un taxista pregunta a Jenny, cuando se marcha del lado de Forrest, “¿A dónde va huyendo? – “¡No estoy huyendo!”. En otro momento se nos muestra a Jenny en un intento de suicidio, en el que, con una mezcla de ironía, idealismo y patetismo le llega a decir al pobre Forrest: “¿Te acuerdas cuando pedimos a Dios poder volar?, ¿podré volar desde aquí?”

En varios momentos, sobre todo al final de la película, Forrest Gump nos presenta su visión de color de rosa, el resultado de su nueva vida, los nuevos cielos y la nueva tierra que su aventura ha conquistado: “Yo parloteaba y disfrutaba como un mono en un árbol: le hablaba de camarones, de ping-pong y de mamá; y hasta me enseñó a bailar. Éramos como una familia: fueron los años más felices de mi vida”. Le cuenta a Jenny todo lo que ha visto y se nos muestran imágenes paradisíacas (quizá el único momento en que te das cuenta de que no está mal la fotografía, la música, el tempo de la peli): todo es bello, distinto, si se es feliz.

Forrest & Teniente Dan
La metamorfosis más explícita es la del Teniente Dan, con quien, muy sutilmente, se identifica de varias formas nuestro protagonista: “El teniente Dan pensaba que hay cosas que no se pueden cambiar; a él no le gustaba que le llamaran inválido, ni a mí que me llamaran idiota”. Primero su jefe, humano y cercano, en Vietnam (“chicos, intenten que no nos quiten de en medio”); realista y práctico al ser herido y atendido por Forrest (“¡deja de ocuparte de mí y tú lárgate!”); desesperado (“¡cada uno tiene su propio destino; yo tenía uno y tú me lo robaste! ¿Ves lo que es no poder manejar tus piernas?”); y, al final, tras su degradación -exagerada, de vino y mujeres-, quizá tocado por la ingenua e inexorable fuerza de Forrest (“¡Yo era el teniente Dan! – ¡Aún es el teniente Dan!”; “Me decidí a dar el paso. -Pero, si no tiene piernas…!”), comienza, ilusionado por fin una nueva vida. 

En la última escena de la película Forrest padre acompaña a Forrest hijo al autobús escolar. Lo despide y le dice: “¡Oye, Forrest, no….! (una interrupción, un caer en la cuenta y una mirada de cariño) Quería decirte que te quiero. Y que estaré aquí cuando tú vuelvas.” Justo antes, se había despedido de Jenny, con la misma actitud, la de toda su vida -¿de tonto?-, de amor desinteresado: “Si me necesitas, no estaré lejos.” Ante su tumba, con este legado de su gran madurez, de otra dimensión, se atreve a dudar de las ideas de su madre -por primera vez- y, en esa misma duda, nos transmite que lo de menos son las ideologías (“no se ve bien más que con el corazón; lo esencial es invisible para los ojos”, que formularía Saint Exupéry, en su personal versión de Forrest Gump: “No sé si tendría razón mamá que decía, que cada uno tenemos nuestro propio destino o el teniente Dan, que creía que estamos flotando como en la brisa. Quizá tuvieran razón los dos: creo que pueden pasar las dos cosas al tiempo”.